Bastardos sin gloria es una película sobre la venganza, un largometraje tenso e irónico sobre una fantasía bélica basada en la aniquilación de la cúpula nazi para evitar más guerra.


Una de las protagonistas es  Shosanna Dreyfus, interpretada por  Mélanie Laurent, quien desde pequeña planea cómo vengar la muerte de su familia. ¿El responsable? El coronel Hans Landa, encarnado por Christopher Waltz.


Ella es dueña de un viejo cine, pero sin olvidar el propósito de acabar con los responsables de quienes la dejaron huérfana. Parece tener todo calculado, su historia es una de las más atractivas del filme de Quentin Tarantino.


Mientras lleva a cabo su plan, llega un momento en la película en la que ambos se conocen, y ella tiene que fingir ser otra persona. Hablan en un elegante restaurante en el que el coronel pide un postre: un strudel de manzana.


Sí, un postre tan apetitoso y que luce tan refinado termina en el centro de unas de las conversaciones más intrigantes del largometraje. Ella, como propietaria del cine, se reúne con el militar para finiquitar los detalles de una proyección de una película propagandística de gran interés para los jerarcas nazis.


Él domina la situación. Ordena por ella, incluso las bebidas, y no deja que pruebe el primer bocado hasta que el mesonero traiga la crema que acompañará al strudel.


Las tomas del director logran un curioso contraste. Por un lado el placer que experimenta Landa en cada bocado, incluso ella, que con rabia contenida, tiene que reconocer que es una delicia lo que prueba. Pero a la vez, se nota que el coronel desmenuza sus respuestas, la provoca para evaluar sus reacciones; mientras ella trata de ocultar su incomodidad.


La escena con el strudel de manzana es una de las más memorables del filme. Incluso, en Internet hay quienes a partir de la experiencia de ver el postre en la película, comparten la receta. No es para menos, cada plano es una invitación a darle un mordisco.